domingo, 29 de marzo de 2009

Volver al futuro

Sé que a todos nos pasa.
En algún momento de la vida nos preguntamos: " ¿Qué haría diferente si volviera en el tiempo?"
Sé que a todos nos pasa, en algún momento.
Volver al futuro, Peggy Sue, El efecto mariposa. Películas que nos alimentaron el anhelo de cambiar las cosas antes de que sucedan.
Pero con la cabeza de ahora claro, sabiendo lo que sabemos ahora, después de que nos pasó y aprendimos algo.
Sería un secreto nuestro del que nadie sabría jamás. Para que no intervengan y nos caguen el plan para enmendarlo todo.
Sería fácil.
Haría exactamente lo mismo que hice hasta el año 88, en que con Norberto engendramos a nuestro hijo menor. Eso no lo cambio por nada. Nuestros tres hijos preciosos. Pero después de eso...
Sabiendo que no iba a funcionar de todos modos, me separaría antes. Estudiaría antes , empezaría a trabajar antes. Ya estaría cerca de jubilarme. Planeando qué hacer con mi tiempo libre. Adonde viajar.
Me cuidaría mejor los dientes.
Me cuidaría de dejar entrar en mi vida a quien me hizo daño. O no sirvió para que aprenda nada.
Le daría consejos atinados a una amiga que ya tuvo muchas parejas fracasadas.
Iría a tratar de impedir catástrofes de dominio público y esas cosas. Me imagino por la calle Pasteur avisando que paren a cualquier traffic que vean por la zona.
En fin. Ya se imaginan.
Pero, pensándolo mejor...
A mí me gusta la gente que a pesar de fracasar, tiene tanto corazón como para intentar de nuevo.
A veces, aunque sabemos que vamos a sufrir, vale la pena vivirlo.

Y quien sabe si no sería más boluda todavía si no me hubiera equivocado tanto.
Porque no puedo imaginarme sin estos sentimientos encontrados, sin estas ideas asesinas que tengo de vez en cuando, sin mis pequeñas miserias.
Y si hay algo que no quiero perder es a mí misma.
Hagan lo que quieran. Vuelvan al pasado si pueden y avísenme lo que me espera.
Pero no creo que les dé bola.

martes, 10 de marzo de 2009

KARLOS

Lo conocí a través de mi actual pareja, quien, sin sospechar las tormentas pasionales que este español despertaría en mí, me lo puso delante de los ojos.
Me dijo que era simpático y que cocinaba rico.
Era su ingenuo intento de hacerme cocinar.

El amor nació apenas lo vi.
Ya escucharlo hablar era una gloria. Su cerrado acento me embriagaba. Oirlo decir patatas y zumo de melocotón en vez de papas y jugo de durazno fue el colmo. Quedé atrapada para siempre.

Él cocina sin ninguna Juanita. Limpia todo solito y mientras se fríe algo, o pica una cebolla, cuenta chistecitos tontos, canturrea y anima hasta al más muerto.
Se limpia las manos con su repasador inmaculado y sonríe.

Desde entonces, cada vez que lo engancho en su programa, lo veo, sin importarme mucho lo que hace.

Yo sonrío con él, embobada, sin aprender a cocinar jamás.