Cuando Pablo apareció en mi vida y en mi cuerpo yo tenía poco menos de 19 años, casi la edad de Nahuel, mi hijo menor.
No tenía miedo de no poder criarlo. Tenía miedo de decirle a mi papá que estaba embarazada.
Al final, no fue para tanto, sólo que no me habló por unos días.
Armamos con Norberto una casa completa en poco tiempo y nos casamos. En esa época era así.
El día que nació era martes. Me sorprendió su color azulado y su cabeza ovalada. El médico dijo que era por que tardó demasiado en salir. Se ve que no quería. Lloraba con una voz grave, impostada. Yo no podía creer que había fabricado a un ser humano completo. Nos quedábamos todo el día solos en nuestro departamento de un ambiente de Ramos Mejía. Nunca quería comer, creo que desde entonces odia a las cucharitas. A los dos años hablaba perfectamente y elegía la ropa que quería ponerse.
A los tres años nació Marina, flaca y larga, con su mancha roja en el párpado, que el médico dijo se iría a los pocos días y que se quedó con ella para siempre. Era un miércoles y nació apenas me interné. Sus hermosos ojos de color aguamarina se cerraban pocas horas por día. No dormía nunca. Fue adicta al chupete largo tiempo. Yo lo escondía y ella sacaba uno nuevo del negocio de su abuela. Nadie como ella para idear travesuras. Solamente unos pocos entendíamos su idioma.
Cinco años después, otro miércoles de julio llegó Nahuel. Gordísimo. Pablo lo apodó magoo porque tenía los ojos cerrados igual que el personaje animado. Tuvo cientos de sobrenombres desde entonces, algunos de los cuales perduran. Se pasaba todas las noches a nuestra cama. Todas. Yo escuchaba el sonido de sus patitas descalzas por el pasillo. Jugaba al family game desde muy chiquito como un experto y el joystick le quedaba grande en sus manitos. Cuando lo llevaba conmigo a comprarme ropa, espiaba a las mujeres por debajo de la puerta de los probadores. Todos creían que lo hacía inocentemente...yo pensaba que era un tipo de 40 años atrapado en el cuerpo de un niñito.
Me gustó tenerlos. No viví algunas cosas que me correspondían por edad, pero a algunas de ellas las estoy viviendo ahora.
Me gusta tenerlos, grandes, formados como personas y disfrutando casi de las mismas cosas que yo.
No sé por qué se me ocurrió contarles todas estas cosas. Debe ser el día de la madre que me llevó de viaje por aquellos días.